Después de la cena, voy a un show flamenco – ¡mi primero! Se llama “Sevilla: Espectáculo de baile flamenco en vivo” en el Teatro Flamenco Sevilla.
Cuando entro al teatro, el acomodador, un caballero de 70-75 años, me mira a los ojos y dice (en español), “Tú eres una persona muy sensible, así que el espectáculo te va a conmover.” No dijo nada similar a otras personas, solamente les dijo dónde sentarse.
Yo digo algo como “Sí, vale, espero que sí” y él sigue: “Tienes un corazón abierto y el flamenco es muy apasionado, así que está bien llorar.” Guau.
Le agradezco por el consejo y voy a mi asiento. Paso por encima de la fila de asientos hacia la siguiente como la dama culta que soy – y casi caigo en picado cuando la punta de mi zapato se engancha en un asiento.
“¡Guau, lo hiciste!” dice el hombre sentado una fila detrás mío.
Sonrío. “No te diste cuenta de que yo era el primer acto, verdad?”
Termino hablando con el hombre y su mujer, John y Rachel, una pareja muy encantadora de Manchester que han estado viajando por todas partes de España. A ellos les encanta bailar (se conocieron en una clase de baile!) y han visto cinco shows de flamenco hasta ahora en este viaje.
Así, sí, lloro durante el show. Es bello, intenso y apasionado, y también un poco misterioso con el humo flotando por el escenario. Hay seis u ocho piezas con combinaciones varias de los bailarines, cuatro mujeres y tres hombres (un hombre solo tocaba la guitarra). Me sorprende lo mucho que me conmueve el baile y el canto.
Al salir, el mismo acomodador está en el vestíbulo dándole las buenas noches a la gente. Me ve y me pregunta si me gustaba el show. Digo que me encantó y sí lloré y no tenía ni idea de lo conmovedor que sería este baile y entonces estoy llorando de nuevo y él me abraza. Mientras la gente desaparece por la puerta, él pregunta si quiero dar un paseo y seguir hablando.
Por una hora, camino con Joaquin, este caballero sevillano mayor y bien vestido, por las estrechas calles adoquinadas, en su mayoría vacías mientras hablamos (¡todavía en español!). Es muy observador y me lee como un libro, diciéndome que tengo un corazón muy abierto pero sin nadie a quien dárselo, y por eso me causa dolor o tristeza o frustración.
“Pero no te rindas,” dice. “No cierres tu corazón solo porque algunas personas no pueden manejar tus emociones profundas. Eso sería una lástima. Sólo sé tú misma y ten paciencia.”
Me muestra algunas iglesias que tienen detalles cristianos, judeos y moriscos en un edificio, cuando estas tres religiones podían coexistir pacífica y respetuosamente. Por alguna razón, esto me hace llorar y Joaquin me abraza otra vez. No es que esté triste, solo emocionada – el flamenco abrió mi corazón.
Por fin, nos despedimos, le digo que nunca lo olvidaré, este ángel tan dulce, y regreso a mi hotel.
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